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El tarot y los Arcanos Mayores
El tarot más conocido es el llamado Tarot de Marsella. Si bien su origen se pierde en tiempos remotos, hay múltiples historias que ilustran sus comienzos. Este tarot está compuesto por 78 cartas en total. Divididas en Arcanos Mayores, Menores y Honores o Triunfos.
Los 40 Arcanos Menores
Son cartas numéricas sin figura. Están divididos, a su vez, en cuatro palos, a los que sería más correcto llamar “colores”: los bastos, las espadas, las copas y los oros.
Las 16 cartas llamadas Honores o Triunfos
Cada una de las series pertenece, a su vez, a un palo. Se conocen como Honores por ser figuras de la Corte; pajes o sotas, caballeros, reinas y reyes. Y como Triunfos porque representan personajes de la aristocracia.
Los 22 Arcanos Mayores
Veintiuno de ellos tienen nombre y número; y sólo uno, el Loco, no está numerado ya que vino a convertirse en un comodín del juego de barajas.
Significado de los primeros arcanos mayores
El Loco (0): nuevos inicios. Simboliza espontaneidad e inocencia, pero también negligencia y vanidad.
El Mago (I): talentos y habilidades. Representa diplomacia y autoconfianza. También está relacionada con la falta de compromiso.
La Sacerdotisa (II): intuición. Se conecta con los misterios del mundo, en su aspecto positivo y con la soberbia en su aspecto negativo.
La Emperatriz (III): conexión con la naturaleza y la belleza. Se conecta con la abundancia, pero también con la vagancia y la inacción.
El Emperador (IV): poder y liderazgo. Aunque significa estabilidad, puede polarizarse en estancamiento y avaricia.
El Papa (V): sabiduría. Se conecta con la inspiración y, en el otro extremo, con la servidumbre.
El Enamorado (VI): placer y toma de decisiones. Se conecta con el amor y también con la indecisión.
El Carro (VII): éxito y movimiento. En su aspecto positivo representa triunfos, mientras que en su aspecto negativo puede significar conformarse con poco.
La Justicia (VIII): tal como su nombre lo indica, simboliza justicia. En su manifestación más deseable se conecta con la equidad. Por su lado más negativo se vincula con la severidad excesiva.
El Ermitaño (IX): introspección. Se relaciona con la prudencia y el conocimiento interior, pero también con los miedos y el exceso de cautela.
La Rueda de la Fortuna (X): cambios. En su aspecto más positivo tiene que ver con la buena suerte, mientras que en su aspecto negativo se vincula a resistirse a los cambios.
La Fuerza (XI): como su nombre lo indica, sintetiza los recursos que nos permiten superar distintos obstáculos. Puede significar abuso de poder.
El Colgado (XII): suspensión del movimiento para adquirir nuevas perspectivas. Se vincula con el discernimiento, pero también con el egoísmo.
Arcano sin nombre (XIII): aunque suele conocerse como La Muerte, este arcano no tiene nombre. Significa finales y transiciones, y también inercia y resistencia al cambio.
Templanza (XIV): paciencia. Conectada a la moderación y también a la falta de límites.
El Diablo (XV): dominación y experimentación sexual. Puede significar habilidad para realizar esfuerzos extremos, pero también tener apegos feroces.
La Casa de Dios (XVI): también conocida como La Torre, es una invitación a soltar el control. Se conecta a la libertad, por un lado, y a la adversidad, por el otro.
La Estrella (XVII): conexión con las emociones. Vinculada a la espiritualidad y a la falta de fe.
La Luna (XVIII): dudas y recuerdos del pasado. Se conecta con la intuición y, en su manifestación más difícil, con la inestabilidad y la confusión.
El Sol (XIX): optimismo, vitalidad. Esta carta se conecta con la alegría, pero también con la arrogancia.
El Juicio (XX): revisión del pasado. Se vincula a responder a nuestro deseo interior o a la incapacidad de hacerlo.
El Mundo (XXI): completitud. En su manifestación más positiva es éxito e integración, pero también puede ser encierro e idealización.